De lo personal a lo colectivo


Cómo traspasaron lo íntimo y tomaron dimensión social

Historias compartidas

Juntos en el recuerdo

Hay un juego de entrecruzamientos constantes entre lo individual y lo colectivo que caracteriza al movimiento de Derechos Humanos en Argentina. Los familiares de los desaparecidos supieron transformar el dolor personal en lucha colectiva. Lo íntimo, lo privado, lo particular se hizo público, y dejó de pertenecer exclusivamente a los afectados directos. Las madres y las abuelas fueron comprometiendo en la búsqueda de sus hijos y sus nietos a la sociedad en su conjunto. Su lucha por mantener viva la memoria replica ese movimiento: el recuerdo de cada uno de los desaparecidos –sus nombres, sus rostros, sus historias, sus vidas– trae consigo el recuerdo de todas las víctimas del terrorismo de Estado. Hay una memoria colectiva que es a su vez la memoria de cada individuo, y viceversa.

Ese cruce del plano individual y el colectivo, el doble registro de lo privado y lo público, se da de distintas maneras en los recordatorios de Página/12. Aparece en el concepto mismo del espacio: una manera de conmemorar, de dirigirse a aquellos seres queridos que ya no están a través de la publicación en un diario. Virginia Giannoni, que realizó en 2005 una muestra de los recordatorios, explica que fue justamente esa característica la que siempre le llamó la atención de las publicaciones en Página/12 y la llevó a armar la muestra. Giannoni destaca la presencia de una “interpelación privada en el medio de un medio público”. Reflexionando sobre esta particularidad de los recordatorios,  remarca: “Sí, es público y es privado, no es que hay que elegir una, está atravesando los dos planos. Esta cosa de dejo esta carta acá que en realidad está dedicada a mi familiar pero que necesito que la leas vos y que también está dedicada a vos es un gesto político impresionante”. El duelo de cada uno, de cada familia, se vuelve público y colectivo, al compartirse en las hojas de uno de los diarios más leídos del país. La iniciativa de Estela, recordando a su hija Laura aquel 25 de agosto de 1988, replicada después por otras madres y familiares, se va a ir transformando en una costumbre de cientos de personas que año a año eligen el diario y el recordatorio como forma de homenaje. A su vez, grupos de amigos, grupos familiares y organismos y colectivos militantes publican y firman los recordatorios de manera conjunta, convirtiéndolo en una práctica colectiva.

Con el tiempo, lo colectivo se transformó en objeto mismo de los recordatorios. Los primeros que se publicaron estaban dedicados a una sola persona, pero rápidamente fueron apareciendo algunos dedicados a dos o tres personas. En la mayoría de los casos se trataba de parejas, muchas de ellas padres de niños apropiados, cuya búsqueda aparece destacada en el recordatorio. También fue haciéndose común la publicación de un mismo recordatorio para dos o tres hermanos o amigos o compañeros de militancia a los que se homenajeaba de manera conjunta. Los recordatorios fueron pasando del homenaje individual al homenaje colectivo: recordatorios dedicados a grupos enteros de desaparecidos o víctimas del terrorismo de Estado.

Un caso en el que se ve ese paso son los recordatorios de Horacio Ungaro, secuestrado en la Noche de los Lápices, publicados por su hermana Marta. Marta empezó a publicar en octubre de 1989, a raíz de la sanción del primer decreto de los indultos, y desde entonces lo hace cada 16 de septiembre, variando su contenido de año a año. Muchos se centran exclusivamente en la figura de su hermano, aunque siempre destacando que fue secuestrado en la llamada Noche de los Lápices. Otras veces, el recordatorio está dedicado a todos los estudiantes detenidos desaparecidos ese 16 de septiembre de 1976. En el de 1999, por ejemplo, se observan seis fotos, los rostros de cada uno de ellos con sus respectivos nombres. El texto que acompaña las imágenes se dirige a uno solo, en singular, que a la vez se une al recuerdo de los 30.000: “Nos quisieron robar tu vida, tu adolescencia, pero no pudieron. Porque, vos y 30.000 escribieron la verdadera historia”. Tres años después, en 2002, encontramos  dos recordatorios con motivo del aniversario de la Noche de los Lápices. La página 16 muestra un recuadro con todos los nombres, firmado por Marta Ungaro y el sobreviviente Pablo Díaz. En la página 17, se observa el recordatorio dedicado exclusivamente a Horacio, firmado por Marta en representación de su familia. Al referirse a esa costumbre de publicar por su hermano y también por todo el grupo, Marta explica que la idea surgió naturalmente porque “siempre los tuve a todos muy juntos”. El recuerdo de su hermano se encontraba íntimamente ligado al de los demás.

Otro caso muy similar se da en los recordatorios publicados por los familiares y amigos de Jacobo Chester, trabajador del Hospital Posadas secuestrado el 26 de noviembre de 1976. En algunos, el nombre de Chester encabeza el recordatorio acompañado de las palabras “desaparecido junto a sus compañeros” que son seguidas de los nombres de los demás trabajadores del Hospital que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Otras veces, no destacan el nombre individualmente sino que se publica el listado con todos los nombres; es el colectivo el que pasa a ocupar el centro del recordatorio. En 2001, por ejemplo, la esposa y la hija de Jacobo, Marta y Zulema Chester, publicaron un recordatorio con el encabezado “1976 – 2001 25 años del secuestro y desaparición de los trabajadores del Hospital Posadas”, seguido de los nombres de los trabajadores desaparecidos.

Juana Lucía Comas es la hija de Alberto Evaristo Comas, secuestrado el 29 de julio de 1976 y asesinado el 20 de agosto de ese año junto a otros veintinueve detenidos que se encontraban en el centro clandestino que funcionaba en la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía, en lo que se conoció como la Masacre de Fátima. Lucía suele publicar recordatorios por su padre en el aniversario de la fecha de su secuestro. En 2001, con motivo de la convocatoria a un acto por los 25 años de la masacre, menos de un mes después de haber publicado el recordatorio de su padre, Lucía realiza una publicación que conmemora la Masacre de Fátima a la vez que invita al homenaje y  el nombre de su padre figura en una lista que incluye a otras víctimas del episodio.

Estos sucesos, que involucran la desaparición y asesinato de grandes grupos de personas, son los principales protagonistas de estos recordatorios colectivos. Los familiares y amigos de las víctimas de este tipo de episodios unen el recuerdo y el homenaje de su ser querido al de las demás víctimas. Aun sin siquiera haberlos conocido, sienten la necesidad de mantener viva su memoria. El recuerdo de uno es el recuerdo de todos. A veces, incluso, es solo el recuerdo de todos. Marta Clara perdió a su esposo Néstor Sala, quien luego de más de un año detenido en cárcel común fue fusilado junto a otros detenidos en la llamada Masacre de Margarita Belén, en la provincia de Chaco, durante la madrugada del 12 al 13 de diciembre de 1976. Marta publicó recordatorios cada 12 o 13 de diciembre desde principios de la década de los noventa hasta su muerte en 2016 y en ninguno de ellos incluyó el nombre de su esposo ni de las demás víctimas. Todos tienen como encabezado la leyenda “Masacre de Margarita Belén” o simplemente “Margarita Belén”, e incluyen distintas consignas, información sobre los avances y retrocesos de la justicia, los nombres de los responsables, pero nunca los nombres de los fusilados. Se elige, así, recordar colectivamente, centrándose en el hecho y en la búsqueda de justicia.

Otros tipos de colectivos también aparecen, aunque en menor medida, publicados en los recordatorios. En 2012 el municipio de Marcos Paz instituyó a través de una ordenanza el 17 de junio como el Día Local de la Memoria por los Detenidos-Desaparecidos de Marcos Paz. Un 17 de junio de 1977 fue secuestrado quien fuera intendente de la ciudad entre 1973 y 1976, Oscar Felipe Sánchez,  y en esos mismos días, otras tres personas. Junto con una pareja de hermanos secuestrados anteriormente, constituyen los seis detenidos desaparecidos oriundos de Marcos Paz, homenajeados a través de la publicación de recordatorios que los conmemoran de manera conjunta. El recuerdo colectivo se asocia, esta vez, a la pertenencia a un lugar geográfico. Así como muchos vecinos de diferentes barrios de la ciudad de Buenos Aires recuerdan a sus desaparecidos a través de las marchas de antorchas o de la colocación de baldosas y señalizaciones, en este caso los familiares y vecinos de Marcos Paz eligieron la publicación en Página/12 como otra forma de recordarlos colectivamente.

También encontramos recordatorios que se dedican a grandes grupos que pertenecieron a un mismo espacio de militancia, como los dedicados a los militantes desaparecidos de la Federación Juvenil Comunista de La Plata. En los recordatorios publicados los doce jóvenes de la FJC son reivindicados haciendo hincapié en su condición de estudiantes y militantes universitarios, resaltando la carrera que cada uno estudiaba. También se destaca su condición de compañeros (“porque son junto a los 30.000 desaparecidos, nuestros compañeros”, “Son parte de los 30.000. TODOS son nuestros compañeros”). Es la pertenencia a ese colectivo, bajo esa doble condición de estudiantes y militantes, la que sobresale en los recordatorios.

El formato clásico y predominante en los recordatorios es el individual, centrado en una o dos personas con sus fotografías y sus nombres encabezando el recuadro. Sin embargo, estos avisos en los que se destaca lo grupal, y el recuerdo de las personas se enmarca en el recuerdo del conjunto, conforman una parte muy importante de este fragmento de la memoria colectiva que son los recordatorios de Página/12. Dan testimonio de la manera en que el ejercicio de la memoria está atravesado constantemente por ese cruce entre un plano íntimo y uno colectivo.